Capítulo 9

MALASIA

KOTA BAHRU

200 kilómetros de recorrido me hacen llegar hasta Kota Bahru, el otro
paso fronterizo con Tailandia en el extremo noreste del país. El choque cultural
respecto a Tailandia se hace visible en este nuevo territorio musulman donde está
prohibido que una pareja pasee de la mano o se bese en público. El primer vistazo
que doy por la ciudad no provoca mi interés en ella. En su gran mercado central
la mayoría de los comerciantes son mujeres ancladas en sus puestos de alimentación
o artesanías de plata y demás baratijas. No deseo permanecer mucho tiempo buscando cama con lo que tomo el autobús hacia Kuala Lumpur. Todo el trayecto será nocturno
atravesando por Ipoh, a medio camino donde me perderé las Cameron Highlands o
tierras altas de Malasia que dejaré para otra ocasión futura al enterarme de los tortuosos caminos de montaña por los que en absoluto me apetece atravesar en estos momentos tras tantas horas como llevo ya continuadas de camino.


KUALA LUMPUR

La llegada a Kuala Lumpur a las 04:00 de la madrugada me dificulta un
poco la búsqueda de información. He de permanecer en la estación de
autobús hasta que pueda sacar algo de dinero del cajero inoperativo.
Estoy alejado del centro, según me indican, con lo que desisto ir a
pie. Sin poder hacer absolutamente nada, más que esperar, me siento en
una de las sucias mesas del pequeño bar de la estación donde
instantes más tarde conozco a una pareja noruega, estudiantes de
psicología, que me invitan a tomar
un café al saber que no he podido retirar dinero. Pasando el rato
junto a ellos antes de que salga su autobús dirección Singapur, desde
donde retornarán a su país de origen, me explican que han estado
viajando por Asia, tras haber finalizado un postgrado en Melbourne,
ciudad de la que me cuentan hay un buen ambiente de gente joven,
aunque no superado por Barcelona, ciudad en la que residieron y a la
que les gustaría volver, incluso para residir. Las horas pasan
amenizadas por la conversación, hasta que suben a su más que esperado
autobús con la intención de poder dormir algo.

Todavía quedan más de tres horas para que llege mi transporte. Apoyo
el codo sobre la mesa para descansar un rato de forma más cómoda,
evitando como siempre caer dormido sobre la mesa, por las posibles
consecuencias. Al rato, se sienta cerca de mi, un señor que me
pregunta si soy italiano. Le respondo que como si lo fuera, entre
risas, al haberse equivocado de tan poco. El tipo del
bigote resulta ser un sargento de logística de la marina, que
permaneció durante parte de sus travesías en Italia. Se llama Yasmi
Musa y domina el italiano a la perfección: la comunicación entre
nosotros resulta de lo más sencilla y cercana para tan distintas
procedencias. Al explicarle que no puedo salir de la
estación por no poder retirar dinero, Yasmi me invita a un nuevo
café. Desde luego, en menos de 1 hora he podido comprobar que hay
gente buena por metro cuadrado, dispuesta a echarte una mano. No paro
de reírme junto a él cuando me explica sus aventuras de juventud.

Parece un tipo increíble e interesante. ¿Qué mejor forma de pasar el
rato con alguien así ? Amanece recién cuando faltan todavía dos horas
para que pueda cambiar o retirar dinero de la sucursal. Finalmente
ante mi sorpresa, Yasmi saca unas monedas de su cartera ¡Es el importe
exacto que necesito para tomar el autobús! No me puedo creer que haya
tenido un detalle así conmigo sin apenas conocerme. Como compensación,
le pruebo en un sin cesar el aparato masajeador de cabeza
"Sacasonrisas" y le imprimo una
fotografía con mi resucitada impresora. Nos dejamos nuestras
direcciones de correo postal, al ver que no dispone de una
electrónica. Me despido de forma efusiva de él, sentado en el vacío
autobús mientras pienso en que se podría hacer una estadística a nivel
mundial, para catalogar un país económicamente hablando, en función
del total de e-mails que dispone su población.

Los altos carteles publicitarios, anclados sobre las inmensas fachadas de
edificios al más puro estilo ciudad dormitorio pegados junto a la
carretera que anuncian la inminente llegada a la ciudad, ciudad que diviso a lo
lejos, en cuanto contemplo sus famosas Torres Petronas cuyo
acercamiento al mundo islámico a través de sus formas le ha dado una nueva
dimensión de reconocido prestigio internacional.

Apeado en la nueva estación central, me apresuro a retirar el dinero
aproximado que necesitaré para los gastos obligados de alojamiento y
manutención.Próximo a la estación hay un hostal para backpackers o
mochileros, que me encuentro de casualidad. Pertenece a la cadena
internacional de
albergues del mundo: garantía de que los precios son de lo más
ajustados. El precio de la habitación ronda 10 $. Sabía que las
capitales son siempre algo más caras pero no el triple de otras
capitales asiáticas vecinas como Bangkok. Decido quedarme por esta noche sin
buscar demás establecimientos ya que un joven huésped alemán,
residente en la capital, me comenta que éste precio es de lo más
barato que puedo encontrar.


Ocupando mi nueva habitación con dos literas, me cerciono de que si
estuviese con otra persona, el precio real descendería a la mitad. Y
es que en muchos alojamientos, cobran por habitación, ya tenga una o
varias camas. De immediato me pongo a dormir por un par de horas antes
del recorrido que me aguarda.En las grandes urbes siempre hay mucho que ver.


Con la cámara a rastre y las fuerzas algo recuperadas, inicio a pie
el camino hasta la zona centro. Lo primero que hago es acudir a un
local de Internet para ver donde paran Luís y Ángel. Por lo visto
pasaron ya por Kuala Lumpur y no les gusto en exceso, según
cuentan. Se encuentran ya en Singapur, en casa de una prima
de Luís que lleva varios años trabajando en una entidad bancaria del
diminuto país vecino.

Prosigo con rumbo fijado hacia las Torres Petronas situadas a unos dos
kilómetros de distancia. Antes de llegar, la primera sensación
que me produce esta ciudad, no es la más grata, que digamos, aunque una
vez adentrado en pleno centro, bajo los enormes edificios por donde
medio se entrelazan las largas vías de los elevados monoraíles urbanos, la
sensación me cambia. Será de suponer que el cambio de religión puede
haber marcado algo la diferencia, ya que por aquí la gente se parece
de algún modo a la de Occidente, en cuanto a que cada uno parece
pensar más en sus preocupaciones personales y la visible timidez de
las mujeres se hace más que evidente al no mostrar ningún tipo de
afecto en público.

En pleno distrito financiero el auge del gran desarrollo urbanístico
se puede apreciar en todos sus sentidos y por todos los rincones. Al
situarme delante de las Torres Petronas, entiendo esa merecida importancia que
se le puede dar, en definitiva a un edificio. Pero no un edificio
cualquiera, pues hasta el año 2004 estas torres ostentaron el título
de rascacielos
más alto de la tierra o dicho con otras palabras, la construcción
humana que más cerca roza de los cielos. Curiosamente, su creador es
Cesar Pelli, un Argentino afincado en EEUU . El edificio Taipei 101 en
Taiwan las sobrepasó recientemente por una altura de 57 metros,
revalidando el nuevo título mundial.


Próxima a las torres Petronas bajo los contínuos raíles que adornan la
zona de negocios, se encuentra también la inmensa torre de
comunicaciones y demas edificios con los más radiantes diseños
arquitectónicos que reflejan la realidad del nuevo desarrollo
económico de la capital. A cada paso me fijo en los
detalles en las aceras de muchas de las avenidas adornadas con símbolos
típicos islámicos, al igual que las muchas mezquitas tradicionales
como la del Viernes (Masjid Jame) que marca el lugar donde unos
prospectores de estaño fundaron la ciudad en el año 1860, entre la
confluencia de los ríos Kelang y Gombak. De ahí que Kuala Lumpur
signifique " estuario cenagoso". Desde las afueras a la
mezquita diviso a los fieles arrodillados en su interior o descansando
bajo la sombra de algunos árboles contiguos.


El idioma malayo es muy curioso porque a diferencia de los idiomas de
los países vecinos, está escrito en caracteres occidentales, eso sí,
perfectamente inintilegibles, excepto aquellas palabras que han
traducido fonéticamente del inglés, como polis por policía, sos cili
por salsa chile, bas por bus, muzium por museo, restoran por
restaurante, etcétera.


Por la noche acudo de nuevo en mi segundo andar hasta las Torres Petronas para
inmortalizarlas y contemplar su futurista iluminación. Me planto en medio de la
calzada junto a mi monopié para retratarla, bajo la atenta mirada de
algunos de los clientes de diversos bares cercanos. El ambiente nocturno está
animado por jóvenes asiáticos y algunos occidentales, que imagino
residen en la ciudad por temas laborales y más concretamente del
sector financiero, en representación de las sedes de sus respectivos
países. En una de las terrazas no paran de regalar botellines de
refrescos para promocionar una nueva marca. Me agencio de unos
cuantos, sin entrar siquiera en el local de donde los reparten ya que
el público es más bien moderno y selecto o sea sin ningún interés
particular hacia mi persona.

De regreso a la pensión, me pierdo por entre callejones oscuros sin un
solo alma merodeando por la zona. Accedo a una avenida principal
donde sin pensarlo, tomo un taxi para no buscarme complicaciones
indeseadas y por no perder más tiempo en encontrar el camino de
retorno.

La temperatura del nuevo día sigue siendo excelente. Un calor justo en
su medida sin dar exceso a la ingesta de más líquidos de lo normal.

Cercano al hostal se encuentra Chinatown, con multitud de
mercadillos adornados con centenares de farolillos en commemoración al
próximo Año Nuevo chino. El barrio es grande, con sus típicos
comercios coloristas y de lo más variados que parecen estar anclados a
la misma acera de la calle. Visitar sus alrededores se hace obligado
para cualquier persona que acuda a la ciudad.

Si los malayos controlan la política, los chinos controlan la mayor
parte de los negocios muy por encima de los indios cuya presencia
parece ser menor.

Caminando por todas las direcciones sin rumbo fijo los muecines gritan
estridentemente por los altavoces de los minaretes.Son las mezquitas
llamando a la fiel oración del mediodía. No imagino cánticos
religiosos emergiendo de las iglesias en mi ciudad en busca de nuevos
fieles.

Tras cenar con los restos del supermercado regreso a la pensión. Las
pilas del despertador han muerto con lo que doy aviso en recepción de
que me despierten bien temprano para tomar el autobús dirección
Malacca.


Dan las 8:00 de la mañana sin haber sido despertado. Hago la bolsa en
total anarquía por las prisas para llegar a la estación, en apenas 10
minutos. Buscando la terminal de salida, verifico que el autobús ha
partido de lo más puntual, con lo que me quedo resignado sin saber
bien que hacer. Me dan ganas de volver al hostal y cantar las cuarenta
al encargado al que solicite que me despertara. Por suerte averiguo
una nueva salida en tan solo 45
minutos. Acudo a la taquilla para comprar el nuevo billete explicando
la perdida del primero.Me cobra solo la mitad de los 4 $ que cuesta el
pasaje y espero mi salida bebiendo el ultimo botellín isotónico de los
que me regalaron la pasada noche.

MALACA

A un par de horas de la capital por autopista,Malaca, que para algunos
significa, "árbol melaka" y para otros "encuentro"en árabe.
Apeado en la pequeña terminal los apacibles aires que me refrescan la
cara me hacen estar en total calma para mi nueva visita.Camino en mi
búsqueda hasta cruzar el puente sobre el verdoso río Malaca que me
adentra en la zona histórica de Malaca.Flores adornadas como
mobiliario urbano y particular de entre los estrechos y melancólicos
callejones coloniales adornados con diseños gráficos orientales que anuncian la
próxima llegada del Nuevo Año Chino.Farolillos colgados por los
balcones,rótulos y pequeños anuncios por las paredes son algunos de
los símbolos para el Año Nuevo Chino, una fecha luni-solar que se
celebra en la segunda Luna Nueva (dato lunar) después del Solsticio de
Invierno (21 o 22 de diciembre - dato solar). Por eso cambia todos los
años y puede suceder entre finales de enero y febrero.

El gran abanico de culturas vecinas en armonia se palpa de entre las
caras de los habitantes: malayos musulmanes,chinos taoístas,chinos
baba-nyonya (adaptados a las costumbres islámicas), indios hinduístas y chittys
(marinos del sur de India casados con malayas),shiks,etc...El
colonialismo dejo huella en Malaca desde que los portugueses la
conquistaran allá por el año 1511 durante más de un siglo. De ahí que
uno de los monumentos de la ciudad sea la Porta de Santiago con el
antiguo escudo lusitano. Si hubo fusión entre malayos y portugueses es
debido a que el rey Joao II de Portugual mando a Oriente a mujeres
para que se casaran con jovenes locales.

Mis contínuos pasos me hacen llegar hasta un molino de viento real de
los Países Bajos o el mayor símbolo distintivo de la ciudad, el
Stadhtuys ( antigua residencia oficial del gobernador alemán) y la
iglesia cristiana rosada de estilo alemán. Alrededor demas casas bajas
color rosado acompañadas por todas partes de los coloristas
tri-roda,los pequeños rickshaws locales estilo triciclo con
las mayores ornamentaciones imaginadas. Por algunas monedas se puede
despertar a algunos de sus propietarios que descansan sobre sus
sillines de tanto pedaleo, para que te den una nueva vuelta por las
cercanías bajo su infinita alegría y buen humor.

Pelando unos cachuetes junto al río, contemplo a una bestia emerger de
entre las oscuras aguas: es un enorme lagarto monitor,similar al de
Komodo tanto en sus formas como en su tamaño.

Prosigo con entusiasmo, fotografiando multitud de motivos que me
encuentro a cada paso,como los carteles que anuncian esas antiguas y
pequeñas tiendas de antiguedades en Jonker Street. Con algo de dinero
no quiero ni imaginar la de productos que compraría para decorar algún
día una humilde morada.

¡Selamat! (saludo), a un anciano agradeciendole los servicios que me
ofrece desde su transporte. Instantes mas tarde junto a una tienda de
artesanías com motivos africanos se encuentra un señor tumbado al
suelo de la calzada. El gran boquete que lleva en sus piernas me hace
pensar de un principio que está muerto en la mismísima callejuela,
hasta que bajo mi asombro veo como junta sus manos en posición
cristiana de rezo dandole un aspecto todavía mayor de cadaver.


Acudo hasta el museo marítimo de la ciudad con un enorme galeón
portugués anclado junto a la entrada. Algún helicóptero militar y
maquinarias bélicas en desuso por fortuna son visibles desde lo alto
del navío perfectamente conservado en el que descanso por unos
momentos dando trabajo a la imaginación desde la cubierta antes de que
lleguen demás visitantes.


Avanzo por la misma calle de adoquines hasta el final del río que
desemboca en la misma costa del estrecho de Malaca, un paso situado
entre Malasia y Sumatra que une el mar de Andamán y el mar de la
China meridional. En promedio, este paso ha sido desde mucho tiempo un
importante punto estratégico comercial para las diferentes vías
marítimas comerciales. Son 150 barcos los que pasan a diario a través
del estrecho, cuyas dimensiones son 800 km de largo y entre 50-180 km
de ancho.


Las naves que ponían rumbo al Mar del Sur de China tenían que contar
con el monzón apropiado. De lo contrario les aguardarían muchos meses
de paciencia en el puerto. Por eso, Malaca se convirtió en el mayor
depósito comercial, de alfombras y porcelanas, especias,sedas y
piedras preciosas, y atrajo desde su fundación, en 1396, gentes de
Asia y Europa.

Desde Malaca cabe la posibilidad de llegar hasta Sumatra vía marítima
tras comprar algún ticket en los pequeños puestos que por aquí se
encuentran. Me dan ganas de comprar uno ya que la salida desde
Singapur imagino resultará mucho más cara. Deniego en el intento, todo
sea por reencontrarme con mis amigos o en última instancia por conocer
algo de Singapur.

Retorno por el mismo camino de ida tras ver el poco encanto que tiene
la costa de Malaca y aprovecho a comer algo en un puesto situado en la
primera planta de un edificio. Varias mesas libres me hacen escoger la
más arrimada a la misma calle donde contemplar y observar a los
vianantes que cruzan por ella como un grupo de chicas de trajes azules y
velos infinitos que se disponen a cruzar la calzada bajo atentas
miradas al semáforo, del que parece sea el primero que han visto en sus vidas.


Una nueva tarjeta de la cámara llena me hace buscar con urgencia algún
puesto donde poder descargar las imágenes. Mi salida a Singapur es en
tan solo una hora, con lo que aprieto a las jovenes dependientas del
primer puesto que encuentro a que me tengan el cd preparado antes de
partir. ¡Parece misión imposible! pero como todo en la vida, con buenos
modales y simpatía, obtengo el nuevo cd en apenas 45 minutos mientras
resuenan las oraciones de la pagoda cercana de Kampung Keling, una de las más
antiguas del país, pertenecientes al 17th centenario y con claro estilo
de Sumatra e influencia hindú.

Camino a paso acelerado mientras alzo el gordo o dedo pulgar en medio
de la calzada con la esperanza de que algún vehículo me acerque lo
antes posible a
la estación antes de tener alguna mala sorpresa. Son 10 minutos de
recorrido con mucho peso a mis espaldas. El calor me
pone aún más difícil el avance hasta que un simpático camionero para encantado
para acercarme y ahorrarme algunos de los minutos del trayecto. A pie
de la pequeña estación el conductor me ayuda a buscar la taquilla
donde comprar el pasaje. Tanta prisa y estres para enterarme de que
las salidas son media hora más tarde. Junto a mi nuevo cómplice me
siento en un pequeño puesto para
invitarle a un café. Por desgracia no tira rumbo sur hacia donde me
acompañaría encantado. El desorden y la desinformación que se palpa en
la estación me hubiese dificultado la búsqueda de mi pasaje sin la
ayuda del buen
hombre de orígen hindú al que retrato en su antiguo camión verde en el
que es el primer disparo de la nueva tarjeta fotográfica recién
formateada.
Otros 200 kilómetros para llegar hasta Johor Baru, el último nucleo malayo,de aspecto
desordenado, antes de entrar a los rigurosos y bien controlados puestos fronterizos de
Singapur.